viernes, 2 de diciembre de 2011

Algo cotidiano.

No se si alguien se ha parado a pensar la cantidad de mentiras que ha dicho a lo largo de su vida, es que son tantas que me parece que es imposible contarlas. Pero ¿por qué mentimos tanto? ¿Es que es necesaria la mentira?
A veces, si es necesaria cuando no queremos preocupar a alguien pero en realidad la mayoría de las veces mentimos es para protegernos nosotros mismo, para no asumir nuestras responsabilidades, mentimos sin necesidad.
Esas mentiras que utilizamos para proteger a otros son las conocidas como mentiras piadosas, las cuales no buscan herir a nadie sino ocultar la realidad para no hacer daño, pero algunas personas se preguntan si estas mentiras al fin y al cabo no son como las demás.
Para mentir no es necesario utilizar la palabra sino simplemente simular algo, fingir, porque aunque no utilices palabras estas realizando la misma acción, eludiendo la realidad.
En ocasiones se miente con un propósito humorístico, más comúnmente conocido como bromear, y aunque algunas personas lo consideras mal como el resto de las mentiras otras no les dan importancia, como pasa con las mentiras piadosas, porque realmente no buscan perjudicar a nadie ni hacer mal.
El tipo más grave de mentira es la calumnia, ya que con esto se imputa siempre a algún inocente una falta no cometida, esta es la peor porque en ella se busca claramente hacer el mal a otra persona, ya sea por envidia, venganza, diversión…
Además mintiendo lo único que conseguiremos es que si alguien nos descubre en nuestra mentira ya la gente desconfié siempre de nosotros, porque al final la mayoría de las mentiras que hagamos nos acabaran afectando.
También existen mentiras asociadas a enfermedades psicológicas, pero a estas personas no se las puede juzgar igual que a las demás debido a este problema.
Debemos tener cuidado con las mentiras porque ellas pueden perseguirnos durante mucho tiempo y si además nosotros las vamos aumentando al final la mentira se puede convertir en nuestra realidad, como pasa con muchos niños a los que sus padres les cuentan una mentira, ya sea para asustarlos y que les hagan caso o  para hacerles creer más importantes que los demás, mentira que si con el paso del tiempo se va creciendo puede conseguir confundir al niño para el resto de su vida.
El cuento que aparece a continuación cuenta la historia de un muchacho que mintió para divertirse y en el se ve claramente como le acaba afectando su mentira:
Érase una vez un pequeño pastor que se pasaba la mayor parte de su tiempo cuidando sus ovejas y, como muchas veces se aburría mientras las veía pastar, pensaba cosas que hacer para divertirse.
Un día, decidió que sería buena idea divertirse a costa de la gente del pueblo que había por allí cerca. Se acercó y empezó a gritar:
- ¡Socorro! ¡El lobo! ¡Que viene el lobo!
La gente del pueblo cogió lo que tenía a mano y corriendo fueron a auxiliar al pobre pastorcito que pedía auxilio, pero cuando llegaron, descubrieron que todo había sido una broma pesada del pastor. Y se enfadaron.

Cuando se habían ido, al pastor le hizo tanta gracia la broma que pensó en repetirla. Y cuando vio a la gente suficientemente lejos, volvió a gritar:
- ¡Socorro! ¡El lobo! ¡Que viene el lobo!
Las gentes del pueblo, en volverlo a oír, empezó a correr otra vez pensando que esta vez si que se había presentado el lobo, y realmente les estaba pidiendo ayuda. Pero al llegar donde estaba el pastor, se lo encontraron por los suelos, riendo de ver como los aldeanos habían vuelto a auxiliarlo. Esta vez los aldeanos se enfadaron aún más, y se marcharon terriblemente enojados.
A la mañana siguiente, el pastor volvió a pastar con sus ovejas en el mismo campo. Aún reía cuando recordaba correr a los aldeanos. Pero no contó que, ese mismo día, si vio acercarse el lobo. El miedo le invadió el cuerpo y, al ver que se acercaba cada vez más, empezó a gritar:
- ¡Socorro! ¡El lobo! ¡Que viene el lobo! ¡Se va a comer todas mis ovejas! ¡Auxilio!
Pero esta vez los aldeanos, habiendo aprendido la lección el día anterior, hicieron oídos sordos.

El pastorcillo vio como el lobo se abalanzaba sobre sus ovejas, y chilló cada vez más desesperado:
- ¡Socorro! ¡El lobo! ¡El lobo! - pero los aldeanos continuaron sin hacer caso.
Es así, como el pastorcillo vio como el lobo se comía unas cuantas ovejas y se llevaba otras para la cena, sin poder hacer nada. Y se arrepintió en lo más profundo de la broma que hizo el día anterior

Lo que ocurre en el cuento es algo que puede pasarle a cualquier persona que cuente una mentira, que la gente ya no confíe en ella.
Creo que todos deberíamos intentar no mentir, aunque sinceramente creo que eso es muy difícil, porque todos, y yo la primera, hemos mentido alguna vez de pequeños a nuestras madre cuando hemos hecho algo mal para no llevarnos una regañina, aunque la mayoría cuando crecen siguen mintiendo, y de pequeños se ve algo más lógico porque la mentira se realiza cuando no asumimos nuestras responsabilidades y las consecuencias de nuestros actos, y que un niño haga eso es más normal pero un adulto… debería ser responsable. Lo malo es coger la mentira como ámbito normal y también pienso que las mentiras que afecten a otros son las peores.

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